13.5.09

[oralmente, claro]

Sigo sin poder articular la palabra muerte, no obstante, la tarea remachada de toda madurez nos aliña, nos hace más sensitivos, fuertes, insolentes, paradójicos. La insuperable madurez potencial es la que aparece del afecto hacia el otro, sea “ajeno” o sea “suma”, la razón en el quehacer: relajate estoy acá, vas a estar mejor, estoy más cerca, se te va a pasar. No creo en lo más mínimo en la madurez del ánimo, creo que en ese aspecto ninguno creció, únicamente vamos redundando estupideces de manera apenas más confusa. También, me desuno de la madurez exigida a gritos, eso de: tenés que progresar o vas a ser un ignaro inmaduro toda tu vida. La masa que solicita eso no sabe como hacer consigo y requiere sus convenientes miedos, muchos creen que ponerse una camisa y lazo es figura de algo, otros, creen que la cartera o el maletín deben ser del mismo color que el vestido o la camisa. O el lazo. De no ser así, un ignaro inmaduro. Detrás de toda aparente madurez hay un resignado a la orden y al instante.

Un instante, exactamente. El instante, cuando ya sabés que se presentan a obstruir el féretro y llegan unos señores adiestrados en la displicencia y colocan aglutinante a la tapa y vos, yo o el otro, decimos que aguarden y ellos operan como que aguardan inalterables y no aguardan. Y es en ese instante en que pensás: ahora cuando obstruyan la tapa se consolida algo, y el señor cierra la tapa, y descendemos, porque hay que descender, ascensor, escalera, teleférico, siempre el muerto está arriba, nunca en el llano, o pocas veces, que ciertamente no recuerdo. Descendemos, escalera, ascensor, teleférico, cuando en realidad estás buscando una ventana para bajar más rápido y casi nunca hay ventanas, o no las recuerdo. Y mientras descendemos para ver en que auto nos marchamos, ellos hacen otra oclusión, la segunda. A falta de una, dos.
Entonces, recién cuando regresás en el auto hacia algún territorio similar a lo real, que no tenés idea si es tuyo o no, alguien hace una observación mientras saca, guarda o dobla un pañuelo, la bomba se desmonta y continúa la vida. La vida de quien dejamos en ese otro territorio de cemento armado, con dos tapas bien selladas, también.
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[…]