25.4.11

[en las ruinas de los acervos prospera la palabra]

 





















Un adagio es penetrante canto de la llama,
arcana el ave, la otra forma
del último trance desflorando en corazón.

Cada palabra funda una dependencia y dos crueles opciones
el sagaz tributo floreciente
citado a encuentro en la presencia,
la insegura catástrofe del vacío por el fijado fuego.

Creen retozo.
Una moneda, un pétalo imperioso de la sangre
al recobro transitorio del secreto sabor irreversible
copioso en dos fronteras.

Más nunca hay persuasión. La exhumación retraída del nacido oriente
llamada cólera, carcome mustias tierras
de espesa y torpe vida donde sólo un hipotético
desenredo de mirador al sol
alaba la aventura más acá del círculo
lumbre de los vientres.

A cada tributo, vaya su malaria. Incendios. ¿En qué charcos
de ficticias corolas árticas, en qué acérrima
y dulce confusión del temple de otra carne,
en qué filtración amoratada?

[apunto, hay una pisada allá
y una línea]
[apunto, no terminé de nacer
y sin embargo te viví mil noches]

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