atínenme un imposible, malabarista y fugaz, demasiado capaz e intensamente anárquico atínenme un acaso al inclinar la saliente, en el agua indecente del cáñamo de todos los atajos, atínenme un silencio, y [si pueden] zúrzanme las manos y la boca, remendada, me gustaría mirar todo y pensar:
la barca me condujo a la otra orilla. aquel abrupto trayecto me valió ciertas admirables horas vanas. si hace años, había observado puntualmente la tierra ahora descubría por primera vez un neptuno más confuso de nosotros. un perpetuo mundo en suspensión, la verdadera vuelta. el contrafuerte .
en el tiempo en que mi distancia y ella nos tratamos plácidamente recordar sus vías estrechas, sus desgastados foros los rojizos cantos de esmaltes anticuados me hicieron extrañarla
luego del [este] [el regresar] la recubría de cierta extravagancia extravagancia que un nativo jamás percibiría . . .
me dolí nuevamente a sus calores salpicados de fulgor por la nostalgia
a veces, algunas personas pierden el contorno, toda su apócrifa ciencia y hábito, todo lo que suponen poseer y sentir, entonces no saben que innovar a veces, algunas personas [ganamos] el contorno, toda su apócrifa ciencia y hábito, todo lo que [sabemos] poseer y sentir, y entonces [innovamos] simple y preciso continuamente estaremos de paso, calma de huella, la directa emoción .
en
cuanto más me empeño por alcanzar una constante imagen, más me aparto
del hombre y del texto que posiblemente lograrían relacionarse. pienso
que sólo lograrán entenderme unos pocos [magnos] que se exaltan por la
ventura o el destino de la humanidad. y la humanidad, mucho contiene,
es decir, además de los humanos
disyunción externamente hay un mundo de dicción ordinaria, apenas espaciado de mí por celosías interiormente hay un mundo de palabra herida, elegíaca , delicada . asumo dos orejas para impartir entre uno y otro orbe,
pero asumo sólo un estremecimiento . que siga el griterío afuera que siga ignorante
¿qué le interesa a mi oreja? a vos te lo voy a decir [en secreto] la oreja a salvo adjetiva un prodigio
La palabra es rapiña de su propio arbitraje como la misma suerte. Su presidio es la mano escribiendo al vacío. Su nada, la instancia de todo lo que existe. Taladra como el aire, tañe como la demencia, pero tañe. Para el no descuido, las alas de algún ángel, para el no descuido, el recuerdo. Sólo para algún ángel, las alas de la no indiferencia. La memoria de Cristo. Las bases de los árboles con casas como cárcavas. La memoria de tres. La tierra del sueño, el columpio armando cielo. Uno siempre es el hombre y la mujer adormecidos cuando puntea la liturgia un inventario.
Rémora sapiente, más tarde, la escarificación de la nostalgia.
tiene planeo el vals, la inicial cuna, herramienta de invierno condenada al vuelo, mientras el viento hace utensilios en el agua, colocándole voz a la simiente sobre el furtivo firmamento de tu tiempo se eleva mi tierra convertida en fruto .
tenemos un techo con libros y besos, tenemos el morbo, los celos, la sangre, tenemos la niebla metida en los huesos, tenemos el lujo de no tener hambre. . . . tenemos proyectos que se marchitaron, crímenes perfectos que no cometimos, retratos de novias que nos olvidaron, y un alma en oferta que nunca vendimos. .
[perorata] -buenas tardes- _buenas tardes_ -no sabía que le gustaban los dulces- _¿y porqué debería saberlo?_ -tiene razón, pero justamente encontrarnos ¡en esta pastelería!- _mire, si lo desea, cruzo la avenida, usted hace lo propio y simulamos un encuentro en la tienda de antigüedades_ -usted siempre de mal humor- _puede que sí, pero su pregunta sobre encontrarnos en la pastelería me pareció muy estúpida_ -dejemos el tema, por favor, es intrascendente, ¿que hace por aquí, algún dulce en particular?- _sí, estoy buscando dulce de mamón en almíbar, últimamente me resulta difícil encontrar lugares en donde conseguirlos_ -seguramente aquí lo encuentre, tienen toda clase de frutos en almíbar, tendrá usted suerte- _mire, tuve suerte de no estar en la vereda de enfrente y allí encontrarlo a usted, de lo contrario, estaría eligiendo lámparas y vidrios biselados, quizás, hasta una olivetti oxidada_ -por favor, no continúe con el tema y cuénteme sobre su gusto por el dulce- _le cuento que me gusta el dulce de mamón, ¿acaso le puedo hablar más sobre el manjar?_ -podría hacerlo, pero no creo que guste hacerlo- _así es, no tengo más que decirle, salvo que vine por el mamón_ -yo estoy aquí por higos, posiblemente lleve los almibarados y de los secos, para hacer compotas-
hay quienes ganan felicidad sólo con la delectación, y esto puede implicar una mala ventura las ganas de poseer placer se tallan en la mente, siempre después de haber probado otro placer penetrante
así resulta con las fuertes emociones ¿por qué el matador quiere volver a matar? [...supongo] la vida tradicional ulterior no le provee esos agudos lapsos de placer que aprendió a disfrutar obsesivamente [...aunque] también le invade el temor y el desvelo de haber sido sólo un único recuerdo .
volteo y observo hacia mi lado el cuerpo dormido
en un pacífico y templado sueño
[otra vez, alguien desacorde]
no siento faltas
he complacido, posiblemente, nuevamente el amor
.
exista el retumbo entonces, que solo descienda por la pendular concordancia de la acústica, que corra por la incertidumbre su ilusión de ser onda, que calcule el recorrido entre la sílaba y el jarabe del vocablo, y migre por las concavidades de su preliminar respiro [es la única manera] y cuando desee estar en la duda, en el sibilino universo de la modulación, que comience a ser euritmia, compás en la empinada progresión, culto en la melodía, y copiosamente nazca al alba como silbido diluido en la insistencia de la sorpresa .
si manar no es sólo impregnar soluciones, ni sólo cuentos, ni tendencias invariables ni trabajos inservibles, chorrear no es sólo generar emociones, ni indecisas pulsaciones. si manar, no es manar como simple ser que consume y ama, entonces resultaría por demás de delicado detallar persona alguna que chorree [entonces] debe ser quien en el origen de los pensamientos mixture el chorrear de la sangre, el mojar de los sentidos, el mojar del propio desarrollo, el fluir de sus vocablos. la persona que mana sólo puede ser tal porque lo único que mana sin morir son los pensamientos. ni siquiera el amor mana sin cesar, vos y yo no pecamos de inopia, la distancia fluye, pero no silencia. .
Un adagio es penetrante canto de la llama, arcana el ave, la otra forma del último trance desflorando en corazón. Cada palabra funda una dependencia y dos crueles opciones el sagaz tributo floreciente citado a encuentro en la presencia, la insegura catástrofe del vacío por el fijado fuego. Creen retozo. Una moneda, un pétalo imperioso de la sangre al recobro transitorio del secreto sabor irreversible copioso en dos fronteras. Más nunca hay persuasión. La exhumación retraída del nacido oriente llamada cólera, carcome mustias tierras de espesa y torpe vida donde sólo un hipotético desenredo de mirador al sol alaba la aventura más acá del círculo lumbre de los vientres. A cada tributo, vaya su malaria. Incendios. ¿En qué charcos de ficticias corolas árticas, en qué acérrima y dulce confusión del temple de otra carne, en qué filtración amoratada? [apunto, hay una pisada allá y una línea] [apunto, no terminé de nacer y sin embargo te viví mil noches] .
¿será la celeste revocación del final o la inenarrable plétora de la caída? . . . debí observar el cambio contener el sol, y a través de su rueda usada de lente fascinarme por tanta libertad di sè facea a se stesso lucerna ed eran due in uno e uno in due com’ esser può quei sa che si goberna improbabile verticale cavalletta . . . así pisé la selva .
a los quince los cuerdos de atar me cortaron las alas, a los veinte escapé por las malas del pie del altar, a los treinta fui de armas tomar sin chaleco antibalas, londres fue montparnasse en gabachos... atocha con mar a los cuarenta y diez naufragué en un plus ultra sin faro, mi caballo volvió solo a casa, ¿qué fue de john wayne? me pasé de la raya con tal de pasar por el aro, con 60 qué importa la talla de mis calvin klein nunca suple templar la guitarra que embrida mi potro, cuando el dealer me dijo que si no le dije que no, la hormiguita murió, la cigarra se casó con otro, yo aposté por las fichas caídas de tu dominó allons enfants de la patrie, maldito mayo de parís, vendí en portobello los clavos de mi cruz, brindé con el diablo a su salud se llamaba rebeca la gringa que empató conmigo, me sacaba la lengua en lugar de enseñarme a besar, me compró una tormenta después de robarme el abrigo, con la espalda mojada no hay nada peor que soñar negocié tablas al ajedrez: tú alfil por mis peones, abrevé en los pezones con sal de la mujer de lot, antes de que tiñera noviembre mis habitaciones, descorché otra botella con la viudita de clicquot . . . mi manera de comprometerme fue darme a la fuga . joaquin sabina viudita de clicqout
le explico al más porfiado de los pesimistas, o al último romántico que sostiene que el deseo es la falta misma de su centro, que logra uno enaltecerse por encima de las basas conversando con difuntos y narcisos
que toda terna de amantes, esconde un cuarto o quinto ser que se mueve en lo irresuelto, y que si el crimen vocea hasta hacerse por todos admisible [los pasos consumidos] están siempre sujetos a deliberados cataclismos .
so this is christmas . . . no te acribilla el dolor tampoco el llanto sí la impericia, la sandez y la disipación del ánimo. te acribilla el hombre y el mirar por encima del hombre y del hombro, ahí donde se niega a sí mismo en el obcecación y donde se renuncia de sí mismo en el vicio capital de la presteza. no te acribilla lo que acaba y emprende en ella en lo que es su plaza, aleatorio aun de tu dominio te acribillan las fuerzas indisciplinadas lo que no sólo está exterior a vos sino también quizá fuera de ellos. denso humo te circuía, y su consistencia asfixiaba con desazón sin término ¿de dónde se revelaba la muerte? ¿por dónde se iba la vida? en la nube maciza no había eco para reflexiones que no fuera el clavo de su insistencia y el agotamiento de tu arrojo inquieto lo que concibe el encanto y el recargo emplazas orientas defiendes la fija hipérbole del felón desliz y si pudo ese descuido a tu recuerdo en luz azul y noche dejo anónima la devota memoria de mi aciaga pena
trepar agota el cuerpo y amplía el cansancio cansancio que deja correr el movimiento con la misma sutileza de la soga que tensa hacia el vacío [...] ahí algunos poemas gozarán de lecho la contención tendida y el mineral deseo también, algunos sufrimientos poseerán sosiego y clamará la eternidad desde su turbada distancia la incorregible perfección del equilibrio .
si he de elegir será siempre mi figura no por los trazos y signos que enclaustra sino por la demarcación que logra la descarga imprudente el quilombo acontecido .
"A los catorce [parece que fue ayer] el rey Melchor se lo hizo bien conmigo y me trajo, por fin, una guitarra. Aquel adolescente ensimismado que era yo, con granos y complejos, en lugar de empollar física y química, mataba las horas rimando, en un cuaderno a rayas, versos llenos de odio contra el mundo y los espejos. El mundo, lejos de sentirse aludido, seguía girando [que es lo suyo], desdeñoso, sin importarle un carajo mi existencia. Y los espejos, cabrones, en vez de consolarme con mentiras más o menos piadosas, me sostenían cruelmente la mirada.
Vivía en un sitio que se llamaba Úbeda. Algunas noches, mientras mis padres dormían, me daban las diez y las once y las doce y la una practicando con sordina, en mi flamante guitarra, los acordes de Blanca y radiante va la novia, o iniciándome en el furtivo y noble arte de la masturbación, o suspirando por mi vecina, una rubia de bote que suspiraba por un idiota moreno que tenía una bici de carreras y jugaba al baloncesto. Sólo se me ocurrían tres maneras de atraer su atención: triunfar en el toreo, atracar un banco o suicidarme. Lo malo es que las tres exigían una sobredosis de valor que yo [¡ay de mí!] no poseía.
Yo poseía mi cuaderno a rayas cada vez más lleno de ripios contra el mundo, mi guitarra, cada vez más desafinada...y un plano del paraíso, que resultó ser falso. Y la vida, previsible y anodina, como una tarde de lluvia en blanco y negro.
Pero en la pantalla del Ideal Cinema, cuando no daban una de romanos, el viento golfo de Manhattan le subía la falda a Marilyn y era domingo, y no había clase, y los niños de provincia soñábamos despiertos y en technicolor con pájaros que volaban y se comían el mundo. Y el mundo que quería comerse los pájaros que anidaban en mi cabeza... pongamos que se llamaba Madrid.
Así que un día me subí, sin billete de vuelta, al vagón de tercera de uno de aquellos sucios trenes que iban hacia el Norte, me apeé en la estación de Atocha y aprendí que las malas compañías no son tan malas y que se puede crecer al revés de los adultos, y supe, al fin, a qué saben los aplausos y los besos y el alcohol y la resaca y el humo y la ceniza, y lo que queda después de los aplausos y los besos y el alcohol y la resaca y el humo y la ceniza. Tal vez por eso mis canciones quieren ser un mapamundi del deseo, un inventario de la duda, siete crisantemos con espinas.
Y cuando las cartas vienen malas y amenaza tormenta y los dioses se ponen intratables y los hoteles no son dulces y todas las calles se llaman Melancolía, todavía fantaseo con debutar sin picadores o con desvalijar sucursales de Banesto o con probar mi suerte a la ruleta rusa, pero ahora en lugar de tirarme en Las Ventas de espontáneo, o de escribirle una carta póstuma a Garzón, o de ahorrar para una Smith & Wesson del Especial, escribo en technicolor la canción de las noches perdidas, para vengarme de tantas tardes de lluvia en blanco y negro, de tantos hombres de traje gris, de tantas rubias de bote que se van con idiotas morenos que juegan al baloncesto, de tantas bocas adorables que nunca fueron mías, que nunca será mía.
Aquellos granos trajeron estas cicatrices y aquellos Mihuras que nunca toreé me cosieron a cornadas el alma. Pero no me quejo, tengo amigos y memoria y risas y trenes y bares y una salud de hierro y un puñado de canciones recién salidas del horno que me tienen (dejadme que os lo cuente) orgulloso como un padre primerizo que babea. Y, de cuando en cuando, una rubia de bote me tira un beso, desde el público, aprovechando un despiste de su novio, ese idiota moreno que juega al baloncesto.
¿Qué a que viene todo esto? Pues a que anochece y está lloviendo y los periódicos hablan de elecciones y yo no sabía como hablaros de esta boca que es, desde ahora y para siempre, más vuestra ya que mía"
Joaquín Sabina